
El mensaje de "Dejemos los pies sobre la tierra" es claro: Debemos abstenernos de todos los vuelos que no sean absolutamente necesarios.
El transporte aéreo representa el 2% mundial de las emisiones de dióxido de carbono, y su contribución al calentamiento global es el doble de otras emisiones. Es más, según proyecciones de la industria de la aviación, la cantidad de vuelos podría triplicarse en los próximos años. Un solo viaje ida y vuelta entre Lima y Madrid (4680 kg) equivale a un año de emisiones de un peruano promedio.
Hay muchas razones para comprometerse a no volar por un año si alcanzamos la meta de 100,000 adhesiones por país. Algunas personas están dispuestas a abstenerse de volar, al margen de que otras lo hagan o no, tan pronto como se dan cuenta de lo importante que es el impacto de volar sobre el clima. Muchas otras piensan que una simple acción individual no cambiará nada. Pero si saben que 100,000 personas se comprometen las motivará para ser parte. Es una forma de asumir la responsabilidad colectiva de reducir las emisiones.
Hablar con las personas sobre esta campaña genera interesantes discusiones. Cuando les preguntamos si están listos para pasar un año sin volar, muchos dudan pero no se quedan indiferentes. Si les mostramos que la promesa es efectiva y que si se alcanza el objetivo colectivo, más personas dicen estar dispuestas a hacerlo.
Reconocemos que no es tan fácil. En el Perú y muchos otros países del Sur, no existe una infraestructura de transporte terrestre seguro, cómodo y no contaminante. Para quienes tienen los recursos para tomar un vuelo las alternativas disponibles son poco atractivas. Sin embargo, viajamos mucho aunque la mitad de los peruanos, y el 90% de la población mundial nunca ha subido a un avión. Por lo tanto, como ciudadanos debemos exigir el derecho a un transporte digno, que no ponga a sus usuarios en riesgo y que tampoco contamina el medioambiente.